domingo, 8 de abril de 2012

Amor de lejos, Amor de pendejos

Siempre he pensado: nunca una relación a distancia, eso es puro dolor. Pero, ¿qué haces cuándo te enamoras? Lo piensas una, dos veces... No puedes, no puedes dejarlo ir. ¿Por qué? ¡Porqué puede ser el amor de tu vida! Y es ahí donde empezamos a ser pendejos. Pendejos enamorados. Porque aunque estés lejos, te pienso todos los días. Aunque te olvides de escribirme, tonto, no he dejado de quererte. Porque creo que eres la persona correcta. Porque muero por besarte. Porque de tanto anhelar y no poder alcanzar ya he muerto (valga la redundancia). Y culpo a Dios, ¡¿por qué demonios nos hizo descoincidir tanto tiempo en solamente el espacio?! Pero luego sólo le ruego que no acuchille tu esperanza. Y, ¿si te cansas?, ¿te olvidas?, ¿encuentras otra?....No sé dónde acabaré yo
¿Qué hay más allá del limbo de no saber qué somos? Creo que lo prefiero a saber que simplemente no somos. Y ¿sabes por qué?, porque eres tú quién me hace reír, quién me hace feliz. No tu idea, tú. Y es que estoy tan pendeja... por ti. Este amor de lejos, al menos para mí, es amor de pendejos.

domingo, 1 de abril de 2012

Cigarrillos

Un cigarrillo. Tos, humo, tos. (Crack) Está roto. Nicotina, tos, más tos. Luego nauseas, ahora van tres. (Crack) Todos están rotos.

lunes, 12 de marzo de 2012

Guayaquil: Ejemplo del Realismo Mágico

Unas semanas en Estados Unidos me ha bastado para descubrir que la pregunta a: ¿Cómo es la gente en Latinoamérica? fue respondida gracias a nuestra literatura, al Boom Latinoamericano, al Realismo Mágico. Es literal: la vida en las ciudades latinas, en especial en el sur, es cómo la vida en las novelas de García Marquez, Vargas Llosa, Borges, Cortázar, entre otros. Soy de Guayaquil, y tuve que vivir fuera de mi ciudad y de mi país para descubrir el sortilegio que la envuelve. 

Es verdad, parece magia negra lo que ocurre en la Perla del Pacífico. Algo envuelve el aura de esta ciudad, la protege del tiempo. Pero no la protege totalmente, la piel de las personas, las calles, los muros son la única evidencia de que el tiempo ha transcurrido, pero todo lo demás: permanece igual. Me gusta decir que la ciudad es un Hoyo Negro. Tal vez no esté tan lejos de la realidad esta afirmación. No hemos terminado de entender cómo funcionan estos fenómenos en nuestro Universo, pero sabemos que una de las suposiciones incluye el traslado en el espacio-tiempo. Y, ¿qué nos prohibe pensar que al entrar en esta ciudad se viola alguna ley física que nos permite realizar un extraño viaje en el espacio-tiempo? 

Me he ido un poco del tema, mucha física, poco de Guayaquil. En todo caso, es momento de abarcar el tema: ¿Qué ocurre en Guayaquil? He vuelto varias veces a la ciudad, y cada vez me es más fácil notar que nada ha cambiado. Me resulta extraño ver con aspecto mayor a mi compañera de colegio, quién se comporta igual que cuando teníamos catorce años. Me sorprende ver que mi amiga que estaba enojada conmigo hace 5 años, sigue conservando la misma actitud. Me cuesta creer que ir a un bar o una discoteca con amigos es casi la misma experiencia que ir a una fiesta en la casa de algún amigo cuando teníamos 16. Nada ha cambiado, todo sigue igual. Lo físico ha sido corroído por el tiempo, pero el espíritu de las personas, "las vainas" en las que andan, sus estilos de vida son estáticos. ¿Bueno? ¿Malo? ¿Contagioso? No he podido responder esas preguntas aún. Tiene su lado positivo: las personas no se vuelven irreconocibles, conservan su esencia como consecuencia de su estado estático (aunque la esencia se puede conservar en estado dinámico también). Tiene su lado negativo: la gente no crece, no madura, sólo lo hacen cuando ocurre un golpe fuerte en su vida, algo como un terremoto, un choque de placa tectónicas que no necesita del tiempo para cambiar todo de lugar. Sólo entonces crecen, por ejemplo: tener un hijo, ser botado de la casa de sus padres, estar al borde de la muerte o del desquicio. Aún así, este choque no siempre es lo suficientemente fuerte. Responder a si es o no contagioso resulta complicado. Podría decirse, como la canción de Jarabe de Palo: depende. 

¿De qué depende? Yo diría que depende de tres aspectos: el tiempo que se ha pasado fuera de Guayaquil, qué tanto se ha pasado este tiempo con gente que no es de Guayaquil y los "terremotos" que han ocurrido en la vida de la persona, sea dentro o fuera de Guayaquil. Se necesita estar lejos del "hechizo" para notarlo, es decir, se necesita no estar bajo su efecto. Y mientras menos se esté bajo él, creo que se vuelve uno más resistente a él, pues para ese entonces uno ya ha crecido, ya ha madurado. También influye el contacto con gente de Guayaquil. Para los guayaquileños no es un secreto que cuando grupos de jóvenes se van a otros países por un par de meses a estudiar otro idioma regresan sin haber aprendido NADA. ¿Por qué? Porque siguen bajo el sortilegio. Siguen envueltos en la realidad guayaca al relacionarse solamente con gente de esta ciudad, aún estando en otro país. Por último: mientras más "shocks" haya tenido en su vida una persona, es más difícil permanecer en un estado estático. Lo dinámico se vuelve parte de uno y creo que después de esto no hay magia que cause retroceso. 

Para terminar esta pequeña meditación vuelvo a mi pregunta del principio: ¿Cómo es la gente en Latinoamérica? Gracias artistas Latinoamericanos por responderla: mágica pero real. Si quieren evidenciarlo: vivan en Guayaquil, ámenla, abandónenla y regresen.